viernes, 26 de octubre de 2012


LAS ULTIMAS ELECCIONES

Y EL FUTURO DEL PSOE

Los resultados de las elecciones gallegas y vascas ponen en evidencia lo que vienen vaticinando las encuestas: sin el PSOE no hay alternativa a la derecha gobernante, y con el PSOE tampoco.

No es una situación irreversible, pero en la medida en que no se corrija el rumbo podría, a pesar del desgaste acelerado del PP, prefigurar un amplio período de hegemonía institucional conservadora, conviviendo con la crisis y la contestación social en un coctel corrosivo que seguiría desgastando la democracia en la actual situación española.

Los datos son tozudos. En Galicia el PP pierde 107 mil votos con relación a las anteriores elecciones autonómicas y 211 mil con relación a las últimas generales, pero el PSOE pierde 189 mil y 158 mil respectivamente. En el País Vasco el PP desciende 15 mil y 80 mil votos respectivamente, en tanto el PSOE baja 104 mil y 42 mil.

La comparación con las Generales no es homogénea, aunque sí significativa, porque marca el nivel más bajo, hasta ahora, del voto socialista en la democracia y los nuevos datos muestran que la sangría del voto socialista no se ha frenado, al contrario continúa.

El incremento de la abstención y del voto blanco y nulo en las elecciones gallegas conjuntamente, sobre las autonómicas anteriores, alcanza casi 180 mil votos y la nueva formación de Beiras y Esquerda Unida ha obtenido 184 mil más que EU en 2009. En el País Vasco el PNV mantiene su apoyo popular y Bildu obtiene 85 mil votos más que la suma de Aralar, Eusko Alkartasuna y el voto nulo, que HB recomendaba, en 2009.

Estos números confirman que la indignación, en términos electorales, repartida entre la abstención, el voto blanco, nulo y a otras formaciones políticas, golpea con mayor fuerza al Partido Socialista y se desplaza muy mayoritariamente hacia la izquierda.

Ante esta realidad el PSOE haría mal tanto si se enroca en no cambiar, como si se centra en una batalla interna sin contenidos, acuciada exclusivamente por la preocupación de intereses particulares o territoriales. Los apoyos perdidos y que se quieren recuperar y el conjunto de los ciudadanos no lo entenderían.

Hace falta un cambio real, profundo, de discurso y de política, que conecte con las preocupaciones de los ciudadanos que tienen que ver con una salida más justa e igualitaria de la crisis; con un reforzamiento de la democracia y con una salida estable al problema territorial y al encaje, sobre todo de Cataluña y el País Vasco, en España.

Hace falta también un cambio de caras y de las formas de hacer política desde el Partido, más abiertas y menos oligárquicas, que recupere la credibilidad perdida y dé carne al nuevo discurso.

Hace falta, finalmente, un cambio de estrategia que, desde la autonomía del partido, apueste por liderar una alternativa, con la unidad de la izquierda, sin la que será imposible derrotar a la derecha y dar cauce político real a la creciente movilización social.

A la actual Dirección del Partido Socialista le corresponde encabezar un proceso como éste. Con generosidad e inteligencia para agrupar lo mejor que tenga el PSOE y atraer nuevos apoyos. Un proceso que debe ser de cambio real y no de cambiar algo para que no cambie nada.

Es quien mejor puede garantizar la unidad del partido, la participación de todas las organizaciones territoriales, para hacerlo sin la que el riesgo de una guerra de guerrillas que mantenga la sangría interna y externa resulte inevitable, con las consecuencias que tendría para la recuperación de la izquierda, su capacidad de gobernar en el futuro y la democracia en España, dada la deriva de gobierno de la crisis que lleva el PP.

Es posible y hay tiempo porque, después de las elecciones catalanas, vendrá un período hasta las europeas suficiente para desarrollar el proceso. Sin embargo, el tiempo no es ilimitado, porque si no se hace en ese plazo, las consecuencias serán aún más graves. La decisión de Rubalcaba para ir en esa u otra dirección será fundamental. Esa es su responsabilidad: propiciar el cambio necesario para el futuro del Partido Socialista y la izquierda española o no hacerlo, y esperar a que escampe mientras la inundación sigue creciendo. La opción no  debería suscitar ninguna duda.

 

Andrés Gómez

domingo, 21 de octubre de 2012


LA PARTIDA DE EUROVEGAS

Como buen dueño de casinos, Adelson juega al póker. Sus visitas a España o las de sus emisarios, dosifican la información, como si fueran naipes de póker descubierto.

Lo que busca son negocios. Por eso llama la atención la naturalidad, e incluso la sumisión, con que sus propuestas se reciben desde poderes públicos, singularmente los de la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid. O son como los "pardillos" de la partida, prestos para que los desplumen, o defienden intereses que nada tienen que ver con los generales de los ciudadanos y sí con los de los propietarios de suelo donde se ubicaría el proyecto.

En su última visita, aparte de los contactos oficiales con el Presidente de la Comunidad de Madrid, ha tenido una entrevista extraoficial con el Presidente Rajoy y una cena privada en el domicilio de Esperanza Aguirre que, en las últimas semanas aparece, cada vez más, como la reina madre que manda en la sombra.

En su visita anterior, la revisión de los terrenos de Alcorcón parecía prefigurar que éste sería el lugar elegido y los responsables de Las Vegas Sands insistían en su idea de obtener un retorno del 20% anual del capital invertido, o lo que es lo mismo recuperar el capital en cinco años, y en que la empresa dispondría el 30% de la inversión y necesitaría crédito para financiar el 70% restante. En nebulosa se mantenía la necesidad de cambios legislativos para convertir este espacio en un verdadero paraíso legal y fiscal en el centro de España. 

En sus declaraciones públicas tras esta visita, Adelson dice tener ya el crédito preciso para la primera fase, que costaría seis mil millones de euros. Pero, como siempre, tanto o más importantes que las declaraciones públicas son las que no se han hecho y se han filtrado a medios expertos.

Si nos quedásemos con las declaraciones oficiales, el proyecto sería un delirio imposible de alcanzar. Porque ¿de dónde saldrán los millones de turistas millonarios para garantizar los miles de millones de beneficios para amortizar aceleradamente los diecisiete mil de inversión de que se habla? ¿Qué entidades de crédito, en las circunstancias actuales, se van a fiar de un proyecto como éste para ofrecer doce mil millones de crédito?

Pero, si nos fiamos de las informaciones oficiosas, hay dos datos nuevos que nos sitúan en las verdaderas dimensiones y objetivos del proyecto.

El primero se refiere a la intención de Adelson de obtener la gestión -privatización- de IFEMA, porque considera que la parte de su negocio prevista para la promoción de congresos y eventos, es incompatible con la competencia que representaría este organismo.

El segundo es su intención de negociar la participación del Corte Inglés en el proyecto, para desarrollar la parte comercial del negocio, mediante la instalación de una gran superficie en él. Esto supondría que parte importante de la financiación la pondría esta empresa, aprovechando la actual parada de su plan de inversiones en nuevos centros.

Si juntamos las piezas nos dicen que lo único previsto es la primera fase del proyecto; que el Sr. Adelson financiaría dos mil millones; que el Corte Inglés debería poner otros mil y que la parte de promoción de congresos y eventos se haría con la actual estructura de IFEMA (Comunidad de Madrid), pero privatizada y con la gestión en manos de Las Vegas Sands. No se habla del Palacio Municipal de Congresos, pero se supone que, de una u otra forma, entraría en el negocio.

O lo que es lo mismo, que su negocio es el juego, que es la actividad que ellos pondrían, y que el resto giraría en torno a ella.

Nada que objetar a la participación del Corte Inglés, que es un negocio privado, aunque ellos deberían considerar si su prioridad, en estos momentos, es un nuevo equipamiento en Madrid, en un lugar como ese. Aunque es obvio que si decidiesen participar sería en detrimento de otras inversiones futuras y que, lo comido por servido, el empleo que se generase allí no se generaría en otro sitio.

Lo de IFEMA es harina de otro costal. Porque es evidente que la creación de una infraestructura nueva, requiere una fuerte inversión que difícilmente, y más en la situación de crisis actual, se traduciría en nueva actividad, en competencia con instalaciones adecuadas ya existentes. Pero también lo es que tanto IFEMA como el Palacio Municipal de Congresos son instalaciones públicas consolidadas, con inversiones ya hechas con el dinero de todos los madrileños y rentables desde hace años. Meter a IFEMA y Espacios y Congresos en esa operación sería, una vez más, un expolio de patrimonio público, a los que la derecha acostumbra, y en una operación de éxito dudoso.

Adicionalmente, si la parte de Congresos y eventos, se centra en IFEMA y el Palacio Municipal de Congresos, que actualmente tienen sus propias estructuras, la creación de nuevo empleo para estas actividades será residual.

De ser ésta la operación, condicionaría además la ubicación de Eurovegas, ya que la localización de estas instalaciones en la zona norte de Madrid y en las inmediaciones del Aeropuerto, llevaría las nuevas inversiones a zonas cercanas y comunicadas con ellas.

Así, el volumen de la operación real de que se está hablando se centraría en la parte del juego, la hotelera y los servicios de restauración y en un volumen de inversión nueva que no superaría los cinco mil millones de euros.

Y aún así da la impresión de que Mr. Adelson no ha dicho la última palabra. De hecho ha vuelto a retrasar la decisión a noviembre y la previsible iniciación de las obras a finales de 2013. No le hace falta enseñar sus cartas, porque las administraciones madrileñas están descubriendo precipitadamente todas las suyas.

Es lo que tiene haber hecho una apuesta demagógica y vendido la piel de veinte osos antes de cazar ninguno, que acabas haciendo todas las concesiones, porque si el proyecto al final no saliese haces el ridículo. Lo que tampoco es descartable, porque Las Vegas Sands, todavía no se han comprometido a nada, cada vez ponen nuevas condiciones sobre la mesa y si se las aceptan, al final, en función de todas las informaciones, incluyendo la situación económica general en España y Europa, que es el mercado al que se dirigen, decidirán si continúan o no con el proyecto.

Y, tiempo al tiempo, el "no" todavía es lo más probable, dada la evolución de la situación.

 

Andrés Gómez

 

 

miércoles, 17 de octubre de 2012


LA DESIGUALDAD EN ESPAÑA

ES CADA VEZ MAYOR

El avance de los datos de Eurostat sobre la evolución de la desigualdad en la UE durante 2010 y 2011, no dejan en buen lugar a España.

Estos datos se refuerzan si analizamos en paralelo los cambios experimentados en la composición de la renta disponible en nuestro país y los complementamos con otros factores que los explican, como la evolución del empleo o la de los salarios reales.

La cuestión no es menor, muestra con datos macroeconómicos que el coste de la crisis se está descargando sobre la inmensa mayoría de la población y, sobre todo, sobre los desempleados y los trabajadores con salarios más bajos.

Lo que Stiglitz  analiza, desde la década de los noventa del pasado siglo para EE.UU. en su último libro y que define como "el 1% de la población tiene lo que el 99% necesita", en España había comenzado a producirse a partir del año 2000 y se ha multiplicado desde el inicio de la crisis.

La distribución de la renta nacional, excluidos los impuestos, muestra que entre el año 2000 y el 2008 el peso de las rentas salariales sobre el total bajó del 55,1 al 54% y el de los excedentes empresariales subió del 44,9 al 46%.

La estimación del Instituto Nacional de Estadística para los dos primeros trimestres de 2012, permite analizar la evolución hasta este período desde 2008 o, lo que es lo mismo, para lo que va de crisis, y muestra que en tanto las rentas empresariales han ganado otros tres puntos y medio hasta el 49,5% del total, las salariales los han perdido hasta el 50,5. Esto traducido a valores absolutos implica que mientras los salarios han perdido 50 mil millones en el período, los excedentes habrán ganado 20 mil, en lo que va de crisis.

Por otro lado las cifras de distribución personal, reflejadas en los índices de desigualdad dados a conocer por Eurostat, reflejan que mientras en 2008 el 20% de la población con mayores ingresos, tenía una renta media 5,6 veces superior a la del 20% de la población con menos ingresos, en 2011 la relación es 7,5 veces superior.

Es de destacar que esta relación también ha empeorado para la media de la UE, pero apenas medio punto, de 5,1 a 5,6. O lo que es lo mismo, que nuestra peor situación se está resolviendo con una mayor desigualdad que explica la depresión del consumo y el alejamiento de la recuperación porque, en una espiral de injusticia e ineficacia económica, cuanta más desigualdad haya más se resentirá el consumo.

Una caída superior al 8% del empleo y del 3% del salario hora nominal desde 2008, superior al 7% si incorporamos la diferencia de inflación con la UE, explican esta evolución y el empeoramiento de la relación con la media de la Unión.

Una tendencia que se acentúa ya que, si en 2010 la caída del salario real fue del 0,4%, en 2011 alcanzó el 1,9% y para 2012, según los datos de septiembre, superará el 2,1%. Paradójicamente avanzan los salarios y rentas más altos, los que no están sujetos a negociación colectiva, y retroceden todos los demás

En EE.UU., Stiglitz nos sitúa ante la realidad de una hegemonía  neoconservadora en la economía que ha conseguido en los últimos veinte años incrementar la desigualdad hasta límites inaceptables. En España, la crisis, acentuada en pocos meses por las políticas del PP, amenaza con los mismos resultados en menos tiempo.

La reforma laboral y los recortes en el sector público seguirán reduciendo el empleo, la de la negociación colectiva presionará los salarios a la baja, los recortes sociales y unas medidas fiscales que repercuten sólo en los trabajadores y las capas medias producirán una regresión adicional en la distribución de la renta y la riqueza. Todos estos factores continuarán deprimiendo el consumo y el ahorro de la mayoría de la población y sólo mejorará la capacidad de acumulación de los que mayor propensión tienen a sacar dinero del país. O lo que es lo mismo añadirán crisis a la crisis.

Las contradicciones en la construcción europea, las políticas aplicadas por la derecha en este ámbito y el sálvese quien pueda encabezado por Alemania, no favorecen el final de la crisis. Pero del crecimiento de la desigualdad en España, Europa no es la principal responsable.

Frente a esta injusticia e incoherencia económica, no hay más salida que volver a la lógica de un mejor reparto de los recursos económicos.

Reparto del empleo, porque con el crecimiento posible en estas circunstancias no hay otra forma de garantizar creación neta de empleo. Reparto de rentas salariales y excedentes empresariales, para garantizar que el reparto de empleo se realiza con justicia.

Una reforma fiscal progresiva que afecte al conjunto de los impuestos, que grave más las grandes rentas y fortunas y a las empresas con mayores beneficios, que persiga el gran fraude fiscal, permitiendo simultáneamente una reducción paulatina del déficit y recuperación del gasto público para adoptar medidas de estímulo económico y recuperación del gasto social para proteger a la mayoría.

La recuperación del consumo depende más de que crezca la capacidad de consumir de los que menos que tienen que de consuman más los que ya consumen todo. La recuperación de la inversión depende más de la renovación de bienes de equipo o nuevas inversiones de las empresas productivas y competitivas, que de la acumulación de inversión financiera especulativa y eso sólo se conseguirá con crecimiento de empleo, exportación y consumo. La deriva actual es inmoral y además nos lleva al precipicio.
 

Andrés Gómez


 

 

sábado, 6 de octubre de 2012


EL 25 S NO ES EL 15 M
 

El Ministerio del Interior acusa a los manifestantes del 25 S de querer tumbar el sistema. Días antes de la manifestación Dolores de Cospedal y la Delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, caldean el ambiente comparando esa manifestación con el intento de golpe de estado del 23 F. Los hechos de esa manifestación y de como de una protesta pacífica se exprime la imagen de violencia, son suficientemente conocidos. Como lo es el intento fallido de criminalizar a sus organizadores, intentando su imputación por delito contra las instituciones del Estado, por una supuesta intención de ocupar el Congreso de los Diputados, de la que nadie vio ni un atisbo y, consecuentemente, ha sido rechazada por la Audiencia Nacional.
 
De las barbaridades que sobre ello han vertido desde el TDT party y otros sectores de la extrema derecha más vale ni hablar.
 
Vueltas las aguas a la tranquilidad, salvo los excesos valorativos del Juez Pedraz y los mayores excesos del popular Rafael Hernando,  y eximidos promotores y asistentes de cualquier responsabilidad, es oportuna una reflexión política profunda sobre los objetivos de los manifestantes y el efecto real de la manifestación. Porque, pese a las comparaciones interesadas, ni en sus objetivos, ni en su desarrollo y efectos, el 25 S  tiene que ver con el 15 M.
 
El 15 M ponía el foco en la crisis y sus causantes, un sector financiero sin control, denunciaba que los paganos eran los que no tenían responsabilidad alguna, defendía el estado de bienestar y la necesidad de regenerar la política, en suma. El 25 S olvida todo eso y se convierte en una arremetida, sin matices, contra los políticos elegidos.
 
Objetivamente, tal como se ha planteado, convierte la reivindicación en un arma en manos del PP, o al menos de sus sectores más derechistas. Les da armas ideológicas porque, independientemente de sus fallos y los problemas existentes, no se puede rechazar, de forma inconsciente, la democracia representativa -ya les gustaría a algunos que no hubiese elecciones- y también armas políticas, porque los eslóganes de la manifestación y el uso de la fuerza pública les sirven para apretar las filas de los suyos y tapar el desgaste que sus recortes les están produciendo entre sus votantes.
 
Además, a la concepción política de ese PP ya le viene bien un ambiente contrario a los políticos -la política- que les permite, a rio revuelto, proponer reducciones de representantes o eliminación de sus sueldos, que solo les benefician a ellos y buscan oligarquizar aún más, a su favor, la política.
 
Independientemente de sus objetivos, los que promueven, en lugar de la regeneración de la política, un discurso simplista contra los políticos, contribuyen a los intereses de un PP, que busca restringir la democracia. Al que le vienen mejor, sin que llegue la sangre al rio, manifestaciones en que algunos provocadores o descerebrados contribuyan a la imagen de violencia, que acciones más masivas, aunque se minimicen, responsables y que creen conciencia de la necesidad de trabajar pacientemente para recuperar la política.
 
Porque el malestar sobre la política y los políticos es un dato, el problema es como regenerarla, tras años y años de hegemonía conservadora, y en un contexto de globalización sin reglas que la ha debilitado profundamente. En un marco degradado, en que una parte del mundo de los negocios ha conseguido corromper a una parte del mundo de la política, aunque cuando se habla de corrupción casi siempre se habla de los corruptos y casi nunca de los corruptores.
 

Tan obvia es la necesidad de regenerar la política como la dificultad para hacerlo. Quien se crea que puede hacerse de la noche a la mañana incurre en una gran torpeza. Y quien crea que la necesidad de mejorar la participación de los ciudadanos se puede hacer a costa de la democracia representativa, comete una tremenda equivocación.
 
En sociedades complejas y de masas como las que vivimos, las elecciones de representantes políticos son imprescindibles y para que existan elecciones democráticas, las organizaciones políticas, es decir los partidos son insustituibles. Se puede, y en nuestro caso se debería, cambiar la Ley electoral, pero sin simplezas, porque su principal déficit es la representatividad, el que haya diputados que valgan el triple o más de votos que otros. Y sin embargo el voto directo al representante no sólo es un problema menor -en sistemas como el norteamericano, el británico o parcialmente en el italiano la corrupción existe aunque se traslade del partido al candidato- sino que puede limitar, vía voto mayoritario, aún más la representatividad y beneficiar a los partidos o candidatos que tengan más dinero para las campañas.
 

Por eso el problema principal son los partidos, el cómo se puede abordar una reforma y renovación de sus estructuras y funcionamientos, cómo se hacen más democráticos y conectan y responden mejor al apoyo y los intereses de sus electores, lo que no es fácil dados los vicios acumulados durante años en sus aparatos, y la presión creciente que desde los aparatos económicos se ha ejercido sobre ellos. Y éste no es un problema general, porque los ciudadanos que se ubican más a la izquierda en política son, lógicamente, más exigentes con sus representantes que los de la derecha.
 
Pero los que ahora denuestan a los políticos deben ser conscientes de que los logros que ahora nos recortan y defendemos, han sido posibles por la política. Que la mayoría de los equipamientos e infraestructuras que hoy tenemos se deben a la democracia y la política, que la educación, la sanidad, los servicios sociales, o las pensiones universales se consiguieron en democracia y con la política.


Que nadie equivoque el blanco, hay que denunciar a los políticos corruptos o acomodaticios, no a todos los políticos. Hay que presionar a los partidos para que cambien, hay que entrar en los partidos para cambiarlos o hay que crear nuevos partidos, con mayor participación y apoyo para tener representación política, no descalificar a los partidos de forma general. Es un trabajo difícil, paciente y de resultados lentos, pero no queda otro.
 
El límite del 15 M es que, acertando en una parte importante del diagnóstico, no ha sabido traducirlo hasta ahora en influencia y resultado político. El del 28 S es que ha renunciado a hacerlo y se ha quedado, aunque no fuese la intención de sus participantes, en la descalificación de la política.
 

La responsabilidad en la situación de los partidos de la izquierda, su renuncia a cambiar el fondo y la forma de hacer la política son obvios y requerirían mayor análisis. Pero si el malestar generado por las políticas del PP, si su desgaste no se traduce en una pérdida de la mayoría de su representación, la movilización habrá tenido un efecto limitado, y la frustración con la política crecerá. Esto es lo que mejor le viene a la derecha, a la política y, sobre todo, a la económica, que trabaja para ello desde hace mucho tiempo.
 

 Andrés Gómez

PGES 2013: RAJOY EN SU LABERINTO
 

Una vez más Rajoy gana tiempo. El proyecto de PGES 2013 avanza unos recortes pero guarda otros. Es una estrategia que busca pasar, minimizando los daños a su partido, los procesos electorales autonómicos anticipados, tanto los previstos en el País Vasco y Galicia, como el imprevisto de Cataluña.
 
Al mismo tiempo busca diluir el impacto político del rescate, en coincidencia, en este caso, con los intereses electorales de Merkel y la derecha alemana. A Rajoy le viene bien no avanzar el rescate hasta pasadas la elecciones autonómicas y a Merkel le viene bien que no se hable del rescate de España, dado el estado de la opinión pública alemana y la contestación que tiene al respecto en sus propias filas.


Más allá del nefasto significado que tiene el uso partidario de un tema de esta envergadura, que puede arruinar el futuro a millones de personas, está la diferencia de plazos entre los intereses de unos y otros. Mientras al PP le basta con llegar a diciembre de este año, la derecha alemana necesita mantener el ten con ten hasta octubre del año próximo. El coste para la economía española del primer plazo es grande, el del segundo puede ser insoportable.
 
En el proyecto de presupuestos para 2013, el Gobierno hace un aparente ejercicio de voluntarismo, en una previsión de ingresos que se apoya en las subidas de impuestos recientemente aprobadas, pero también en una previsión de caída mínima del PIB que difícilmente se cumplirá, porque ignora el deterioro que la reducción del gasto público está provocando en el consumo y la inversión, y el que seguirá produciendo en 2013 por la continuidad de esa reducción.
 
Pero el nudo gordiano del Presupuesto, que el Gobierno exhibe y no oculta porque le sirve para reforzar su argumentación de que se ve obligado a los recortes, es la subida de los costes financieros de la deuda, que superarán los 38 mil millones de euros y alcanzarán casi el 23% del gasto total en 2013.
 
Conviene recordar que en 2010 y 2011, últimos años de gobierno socialista, los tipos efectivos pagados por el conjunto de la deuda se situaron en el 2,9% en ambos años, y que el último año su coste financiero suponía el 14% del gasto. En 2012 y 2013 el Gobierno prevé que los tipos efectivos escalen al 3,7 y 4,4% respectivamente.
 
Esos tipos implican que la parte más importante del incremento de los costes de la deuda se sufrirán este año y el próximo y que de la parte que se debe al incremento de la deuda viva, más de 60 mil millones se corresponderán a las pérdidas del FROB y al rescate a la banca, es decir a ayudas al sector financiero. El incremento del coste en 2012 y, según la previsión, en 2013, es decir en período de gobierno del PP y con decisiones políticas suyas, será, si no se remedia, de casi el 75%.
 
Lo insostenible de esta situación es obvio porque, de no corregirse, llevaría a una espiral de recortar más gasto o subir más impuestos, sólo para pagar los intereses de la deuda. Y la evolución de la prima de riesgo no vaticina reducciones importantes ya que, en el período del gobierno actual, se ha incrementado en una media de 200 puntos con relación a la media de 2011 y se resiste a bajar de los 400-450 puntos, lo que supone intereses a largo plazo del entre el 5 y el 6%.
 

Lo que esta situación le debe a la falta de una sólida política europea es evidente, ya que a pesar de la mala situación española o italiana, es inexplicable que países con niveles de deuda pública, en relación a sus producción anual, iguales o inferiores a los de otros, paguen por sus deudas 5 o 6 puntos más de interés. Porque no se trata sólo de que los ciudadanos alemanes no quieran asumir el riesgo de pagar la deuda de otros, también de que su Gobierno se siente cómodo pagando por su deuda intereses mínimos, cuando otros los pagan máximos. Inexplicable y suicida porque puede llevar al punto en que el impago de la deuda de los países más castigados sea inevitable.
 
Pero Europa no lo explica todo. La torpeza del PP en su gestión sobre el sector financiero o su manipulación visible de los plazos por motivos electorales partidarios, ha provocado desconfianza y atizado la prima de riesgo. La política de recortes indiscriminados, la subida de impuestos sólo a las clases medias y la reducción continuada de salarios reales, proyecta tozudamente que, así, el consumo y la inversión difícilmente se recuperarán.
 
Del crecimiento del fraude incentivado por la crisis, pero también por una amnistía fiscal absurda e ineficaz; de que se renuncie a una reforma fiscal en que paguen más las grandes fortunas; de que no se graven las transacciones financieras especulativas; de que se siga permitiendo que el tipo efectivo de impuesto a las empresas en España sea de los más bajos de Europa, el PP también es responsable. Y eso son muchos miles de millones de euros.
 
Como señalaba recientemente Ignacio Sotelo en un artículo en El País, Alemania no es responsable de que Rajoy renuncie a que los ricos españoles paguen impuestos como los alemanes, causa de que la presión fiscal en España esté diez puntos por debajo de la alemana, y ese sea el motivo principal por el que no se puede mantener el gasto público.
 

Ese es el laberinto de Rajoy, el de un rescate que no se quiere reconocer y que, aunque se vista de financiación de deuda por el BCE, bienvenida en todo caso, va a verse sometida a condiciones, unas ya cumplidas con sucesivos recortes brutales y otras, como las de las pensiones que, aunque se aplacen, se van a producir.
 
Pero esto, aunque sea un alivio para el déficit, no será la solución. Porque ¿para cuándo el estímulo al crecimiento y la recuperación, que sin gasto público ni crédito no se producirá?.
 

Andrés Gómez