LAS ULTIMAS ELECCIONES
Y EL FUTURO DEL PSOE
Los resultados de las
elecciones gallegas y vascas ponen en evidencia lo que vienen vaticinando las
encuestas: sin el PSOE no hay alternativa a la derecha gobernante, y con el
PSOE tampoco.
No es una situación
irreversible, pero en la medida en que no se corrija el rumbo podría, a pesar
del desgaste acelerado del PP, prefigurar un amplio período de hegemonía
institucional conservadora, conviviendo con la crisis y la contestación social
en un coctel corrosivo que seguiría desgastando la democracia en la actual
situación española.
Los datos son tozudos. En
Galicia el PP pierde 107 mil votos con relación a las anteriores elecciones
autonómicas y 211 mil con relación a las últimas generales, pero el PSOE pierde
189 mil y 158 mil respectivamente. En el País Vasco el PP desciende 15 mil y 80
mil votos respectivamente, en tanto el PSOE baja 104 mil y 42 mil.
La comparación con las
Generales no es homogénea, aunque sí significativa, porque marca el nivel más
bajo, hasta ahora, del voto socialista en la democracia y los nuevos datos
muestran que la sangría del voto socialista no se ha frenado, al contrario
continúa.
El incremento de la
abstención y del voto blanco y nulo en las elecciones gallegas conjuntamente,
sobre las autonómicas anteriores, alcanza casi 180 mil votos y la nueva
formación de Beiras y Esquerda Unida ha obtenido 184 mil más que EU en 2009. En
el País Vasco el PNV mantiene su apoyo popular y Bildu obtiene 85 mil votos más
que la suma de Aralar, Eusko Alkartasuna y el voto nulo, que HB recomendaba, en
2009.
Estos números confirman
que la indignación, en términos electorales, repartida entre la abstención, el
voto blanco, nulo y a otras formaciones políticas, golpea con mayor fuerza al
Partido Socialista y se desplaza muy mayoritariamente hacia la izquierda.
Ante esta realidad el PSOE
haría mal tanto si se enroca en no cambiar, como si se centra en una batalla
interna sin contenidos, acuciada exclusivamente por la preocupación de
intereses particulares o territoriales. Los apoyos perdidos y que se quieren
recuperar y el conjunto de los ciudadanos no lo entenderían.
Hace falta un cambio real,
profundo, de discurso y de política, que conecte con las preocupaciones de los
ciudadanos que tienen que ver con una salida más justa e igualitaria de la
crisis; con un reforzamiento de la democracia y con una salida estable al
problema territorial y al encaje, sobre todo de Cataluña y el País Vasco, en
España.
Hace falta también un
cambio de caras y de las formas de hacer política desde el Partido, más
abiertas y menos oligárquicas, que recupere la credibilidad perdida y dé carne
al nuevo discurso.
Hace falta, finalmente, un
cambio de estrategia que, desde la autonomía del partido, apueste por liderar
una alternativa, con la unidad de la izquierda, sin la que será imposible
derrotar a la derecha y dar cauce político real a la creciente movilización
social.
A la actual Dirección del
Partido Socialista le corresponde encabezar un proceso como éste. Con
generosidad e inteligencia para agrupar lo mejor que tenga el PSOE y atraer
nuevos apoyos. Un proceso que debe ser de cambio real y no de cambiar algo para
que no cambie nada.
Es quien mejor puede
garantizar la unidad del partido, la participación de todas las organizaciones
territoriales, para hacerlo sin la que el riesgo de una guerra de guerrillas
que mantenga la sangría interna y externa resulte inevitable, con las
consecuencias que tendría para la recuperación de la izquierda, su capacidad de
gobernar en el futuro y la democracia en España, dada la deriva de gobierno de
la crisis que lleva el PP.
Es posible y hay tiempo
porque, después de las elecciones catalanas, vendrá un período hasta las
europeas suficiente para desarrollar el proceso. Sin embargo, el tiempo no es
ilimitado, porque si no se hace en ese plazo, las consecuencias serán aún más
graves. La decisión de Rubalcaba para ir en esa u otra dirección será
fundamental. Esa es su responsabilidad: propiciar el cambio necesario para el
futuro del Partido Socialista y la izquierda española o no hacerlo, y esperar a
que escampe mientras la inundación sigue creciendo. La opción no debería suscitar ninguna duda.
Andrés
Gómez