LA
MAYORÍA YA NO SE GANA EN EL CENTRO
La celebración del 30º
aniversario del primer Gobierno socialista ha dado lugar a diversas
interpretaciones de las palabras de Felipe González sobre la supuesta pérdida
de la vocación mayoritaria del Partido Socialista y si dichas palabras suponían
una invitación a mirar al centro.
Cómo él no lo ha aclarado,
no se sabe muy bien a qué se refería, pero el hecho concreto es que el PSOE,
más que perder la vocación mayoritaria, lo que ha perdido es la mayoría. En general,
en el Partido Socialista siempre ha habido una mayor predisposición a gobernar
y una mayor incomodidad en la oposición y eso, ahora, sí que es un problema,
porque sin construir una oposición fuerte y creíble, la vuelta al Gobierno se
hace muy cuesta arriba.
El centro es un concepto
más sociológico que político, siempre ha sido móvil y se ha desplazado hacia
izquierda o derecha, en función de
coyunturas o hegemonías de las distintas formaciones que respondían a estas ideologías.
Pero ahora no está claro lo que representa porque la crisis y las políticas
aplicadas frente a ella están trastocando de tal forma los parámetros
sociológicos, y sobre todo los políticos, que la situación actual poco tiene
que ver con las que había antes de que se produjera. Y no es un cambio
coyuntural, sino de modelo.
La crisis ha acabado con
la creencia en el paradigma de las terceras vías, de que son posibles políticas
socialdemócratas aunque la distribución de la riqueza vaya contra la mayoría,
porque un alto crecimiento permite mejoras para todos. La caída o fuerte
desaceleración del crecimiento muestra que sin mejorar la distribución de la
riqueza no será posible ni mejorar, ni siquiera mantener, las políticas de
bienestar tal como las conocemos hasta ahora.
La crisis, singularmente
pero no sólo, en los países del Sur de Europa está empobreciendo y estrechando
las capas medias de la sociedad, que fueron en los "buenos años" el
sustento del llamado centrismo en política. Al mismo tiempo, la desaparición de
la izquierda comunista y la creciente debilidad de la socialdemócrata, tras la
caída del Muro de Berlín, ha provocado varios lustros de hegemonía ideológica
de la derecha radical y casi eliminado en la práctica a la democracia cristiana
en Europa, que era la representación más genuina de la derecha civilizada.
Esa hegemonía, las
políticas de promoción del miedo y la creciente subordinación de la política a
los mercados a que estamos asistiendo desde que se inició esta crisis están
afectando a la propia democracia y reforzando a la extrema derecha política y
económica.
Los recortes y la
creciente desigualdad están produciendo un empobrecimiento generalizado y una
erosión permanente de la clase media. Miles de familias que hace años se consideraban
tal, porque tenían unos ingresos razonables y les habían dicho que su vivienda
valía centenares de miles de euros, hoy se consideran simplemente trabajadores,
si no están parados. No hay más que ver que el protagonismo de la movilización
social ha pasado de los obreros industriales a los profesionales sanitarios,
enseñantes, funcionarios o jóvenes titulados sin expectativas de futuro.
Sectores que, hasta ahora, se habrían identificado como capas medias y de
centro.
En estas condiciones se
está produciendo, inevitablemente, una polarización política, que diluye al
llamado centro y lo desplaza hacia el conservadurismo o la izquierda. En la
calle, en los medios de comunicación, en los centros de trabajo, entre los
amigos, las conversaciones o debates sobre la crisis se orientan a la puesta en
cuestión o la necesidad de regeneración de la política por un lado, y a la
injusticia en el reparto de los costes de la crisis por el otro. Eso tiene poco
que ver con el centro y mucho con la recuperación de un discurso entroncado con
las señas de identidad del socialismo, es decir igualdad y democracia.
Una observación de los
barómetros del Centro Investigaciones Sociológicas en España desde que se
inicio la crisis, muestra que, lenta pero continuamente, la gente se considera
más pobre y, consecuentemente, más a la izquierda. Que el electorado del PSOE
se sitúa, muy mayoritariamente, en las categorías de la izquierda.
Los sucesivos resultados y
encuestas electorales desde que el PP llegó al Gobierno -con la excepción por
las circunstancias de Cataluña- muestran la pérdida continua y masiva de apoyo
al PP y la continuidad de la sangría de voto al PSOE, que centrifuga voto en
todas direcciones y mayoritariamente hacia todo tipo de formaciones de
izquierda.
Más que pérdida de
vocación mayoritaria es pérdida de discurso, de programa identificable y
realizable, de credibilidad y, por tanto, de liderazgo reconocible.
Lo que a millones de
ciudadanos les gustaría saber es qué derechos de los recortados por el PP
recuperaría el PSOE al llegar al Gobierno, qué prestaciones sociales perdidas
repondría, cómo haría para allegar los recursos necesarios y se enfrentaría,
para hacerlo, a los sectores más privilegiados, qué cambios propondría para
mejorar la calidad y representación de nuestra democracia, para hacer más
transparente y eficaz el propio partido. Y, no menos importante, quiénes están
menos condicionados por el pasado y los poderes fácticos para encabezar una
alternativa que recupere la igualdad y la democracia perdidas.
No es un programa extremo,
pero tampoco un centro abstracto, que se interpretaría como más de lo mismo y
seguiría desgastando al PSOE, que es lo que más desea el PP para contrarrestar
su propio desgaste.
Andrés
Gómez
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