miércoles, 5 de diciembre de 2012


LA MAYORÍA YA NO SE GANA EN EL CENTRO

La celebración del 30º aniversario del primer Gobierno socialista ha dado lugar a diversas interpretaciones de las palabras de Felipe González sobre la supuesta pérdida de la vocación mayoritaria del Partido Socialista y si dichas palabras suponían una invitación a mirar al centro.

Cómo él no lo ha aclarado, no se sabe muy bien a qué se refería, pero el hecho concreto es que el PSOE, más que perder la vocación mayoritaria, lo que ha perdido es la mayoría. En general, en el Partido Socialista siempre ha habido una mayor predisposición a gobernar y una mayor incomodidad en la oposición y eso, ahora, sí que es un problema, porque sin construir una oposición fuerte y creíble, la vuelta al Gobierno se hace muy cuesta arriba.

El centro es un concepto más sociológico que político, siempre ha sido móvil y se ha desplazado hacia izquierda  o derecha, en función de coyunturas o hegemonías de las distintas formaciones que respondían a estas ideologías. Pero ahora no está claro lo que representa porque la crisis y las políticas aplicadas frente a ella están trastocando de tal forma los parámetros sociológicos, y sobre todo los políticos, que la situación actual poco tiene que ver con las que había antes de que se produjera. Y no es un cambio coyuntural, sino de modelo.

La crisis ha acabado con la creencia en el paradigma de las terceras vías, de que son posibles políticas socialdemócratas aunque la distribución de la riqueza vaya contra la mayoría, porque un alto crecimiento permite mejoras para todos. La caída o fuerte desaceleración del crecimiento muestra que sin mejorar la distribución de la riqueza no será posible ni mejorar, ni siquiera mantener, las políticas de bienestar tal como las conocemos hasta ahora.

La crisis, singularmente pero no sólo, en los países del Sur de Europa está empobreciendo y estrechando las capas medias de la sociedad, que fueron en los "buenos años" el sustento del llamado centrismo en política. Al mismo tiempo, la desaparición de la izquierda comunista y la creciente debilidad de la socialdemócrata, tras la caída del Muro de Berlín, ha provocado varios lustros de hegemonía ideológica de la derecha radical y casi eliminado en la práctica a la democracia cristiana en Europa, que era la representación más genuina de la derecha civilizada.

Esa hegemonía, las políticas de promoción del miedo y la creciente subordinación de la política a los mercados a que estamos asistiendo desde que se inició esta crisis están afectando a la propia democracia y reforzando a la extrema derecha política y económica.

Los recortes y la creciente desigualdad están produciendo un empobrecimiento generalizado y una erosión permanente de la clase media. Miles de familias que hace años se consideraban tal, porque tenían unos ingresos razonables y les habían dicho que su vivienda valía centenares de miles de euros, hoy se consideran simplemente trabajadores, si no están parados. No hay más que ver que el protagonismo de la movilización social ha pasado de los obreros industriales a los profesionales sanitarios, enseñantes, funcionarios o jóvenes titulados sin expectativas de futuro. Sectores que, hasta ahora, se habrían identificado como capas medias y de centro.

En estas condiciones se está produciendo, inevitablemente, una polarización política, que diluye al llamado centro y lo desplaza hacia el conservadurismo o la izquierda. En la calle, en los medios de comunicación, en los centros de trabajo, entre los amigos, las conversaciones o debates sobre la crisis se orientan a la puesta en cuestión o la necesidad de regeneración de la política por un lado, y a la injusticia en el reparto de los costes de la crisis por el otro. Eso tiene poco que ver con el centro y mucho con la recuperación de un discurso entroncado con las señas de identidad del socialismo, es decir igualdad y democracia.

Una observación de los barómetros del Centro Investigaciones Sociológicas en España desde que se inicio la crisis, muestra que, lenta pero continuamente, la gente se considera más pobre y, consecuentemente, más a la izquierda. Que el electorado del PSOE se sitúa, muy mayoritariamente, en las categorías de la izquierda.

Los sucesivos resultados y encuestas electorales desde que el PP llegó al Gobierno -con la excepción por las circunstancias de Cataluña- muestran la pérdida continua y masiva de apoyo al PP y la continuidad de la sangría de voto al PSOE, que centrifuga voto en todas direcciones y mayoritariamente hacia todo tipo de formaciones de izquierda.

Más que pérdida de vocación mayoritaria es pérdida de discurso, de programa identificable y realizable, de credibilidad y, por tanto, de liderazgo reconocible.

Lo que a millones de ciudadanos les gustaría saber es qué derechos de los recortados por el PP recuperaría el PSOE al llegar al Gobierno, qué prestaciones sociales perdidas repondría, cómo haría para allegar los recursos necesarios y se enfrentaría, para hacerlo, a los sectores más privilegiados, qué cambios propondría para mejorar la calidad y representación de nuestra democracia, para hacer más transparente y eficaz el propio partido. Y, no menos importante, quiénes están menos condicionados por el pasado y los poderes fácticos para encabezar una alternativa que recupere la igualdad y la democracia perdidas.

No es un programa extremo, pero tampoco un centro abstracto, que se interpretaría como más de lo mismo y seguiría desgastando al PSOE, que es lo que más desea el PP para contrarrestar su propio desgaste.

 

Andrés Gómez

 

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