¿IRRESPONSABLES
O EMBUSTEROS?
En su reciente artículo en
el diario "El País", titulado "Ay qué pena, hacen lo que no les
gusta", Xavier Vidal Folch, identifica como "carencia de criterio,
manifestación de disgusto, reconocimiento de impotencia y fe utilitaria"
los cuatro componentes fundamentales del discurso de Rajoy y el Gobierno.
Se refiere a que, a pesar
de su programa electoral, ahora reconocen los condicionantes de la situación
que antes negaban, a que su referencia permanente a que no hay otro remedio es
la negación de la política, a que, conscientes del daño de sus decisiones, las
adornan con hipócritas expresiones de disgusto por tener que tomarlas, para
pasar a un final que no se basa en ninguna construcción racional, es decir es
una expresión de fe, en que somos un gran país y saldremos de ésta. Tiene
razón.Pero se puede ir más allá de estos elementos, que como los mandamientos se resumen en dos: irresponsabilidad y cinismo manifiestos.
Al inicio de su llegada al Gobierno, Rajoy, en su discurso de investidura, hacía un planteamiento que, aunque poco claro, nada tenía que ver con lo hecho posteriormente. A partir de ahí, la narración de las dificultades se comenzó a imputar íntegramente al Gobierno anterior y, en la medida en que las dificultades aumentaban, las imputaciones se hicieron más agresivas.
Poco importaba que la
totalidad de la desviación del déficit se concentrase en las Comunidades
Autónomas, mayoritariamente gobernadas por el PP. La culpa la tenía Zapatero y
los facinerosos presidentes socialistas que habían "guardado facturas en
los cajones". Nada se decía de la Comunidad Valenciana y se ponía como
ejemplo a Esperanza Aguirre, que después mostró ser la mayor ocultadora de
facturas y que, en un mes, añadió, casi mil quinientos millones de euros al
déficit de la CM en 2011.
Después de sus más que
discutibles decisiones sobre el sector financiero, con la desconfianza
creciente de los mercados, la subida exponencial de la prima de riesgo
incrementó los tipos de interés de las emisiones de deuda y con ellos las
previsiones de costes financieros del Estado.
A partir de ahí, el
argumento se dividió y a la culpa de Zapatero se unió la "compleja
situación internacional" y la falta de Europa. Cualquier cosa con tal
de no reconocer la propia
responsabilidad.
Es difícil creer que un
partido con las relaciones internacionales y el poder autonómico y municipal que
tenía el PP antes de las elecciones generales, ignorase la complejidad de la
situación europea o las cuentas reales de las entidades autonómicas o locales
que gobernaba mayoritariamente. Si lo conocían son mentirosos y si no bastante lerdos. Por eso su referencia continua a la herencia
recibida suena cada vez más excusas de mal pagador.No puede negar su responsabilidad en la situación de Bankia, que ha sido el detonante del endurecimiento de la actual situación financiera. Como tampoco los errores de Rajoy alardeando de sus "presiones y éxitos" en la UE, o las continuas idas y venidas de mensajes contradictorios, o la ocultación al Parlamento de información que se daba a los inversores extranjeros o a las embajadas de otros países. Por no hablar de la negación permanente de un rescate y unas condiciones de la UE que se cumplen religiosamente y la defensa de la bondad de una política, cuyos resultados se aplazan "ad calendas grecas".
La última la brillante idea, la del Ministro Montoro diciendo en sede parlamentaria que "no había dinero ni para pagar a los funcionarios", aparte de no ser exacta, tiene consecuencias. ¿A alguien le extraña que después de semejante perla, se dispare la prima de riesgo?.
Pero todo forma parte de
lo mismo. De una interpretación sectaria de la política, incapaz de reconocer
errores y que busca siempre la explicación en culpar sistemáticamente a otros. De
la parte de responsabilidad del Gobierno anterior y de los efectos devastadores
de la crisis y la falta de actuación coherente de la UE, mucha gente está al
cabo de la calle. Y lo estaba antes de diciembre de 2011. Pero el PP vendió
entonces que sólo con su victoria electoral se recuperaría la confianza.
Al contrario, la
continuación del embuste como norma y la negación de cualquier responsabilidad
de sus decisiones en el agravamiento de la situación, ha llevado a una
sensación de irresponsabilidad, dentro y fuera de España, que ha disparado la
desconfianza.
Las manifestaciones de
disgusto por las medidas adoptadas, el recurso a que no hay otro remedio o las
manifestaciones de fe ciega en el futuro no parecen convencer a nadie. Ni a los
damnificados por unas medidas que lo manifiestan con claridad en la calle, ni a
unos mercados que desconfían de la efectividad de esas medidas.
Ni la irresponsabilidad ni
el embuste servirán para solucionar el embrollo en que nos están metiendo. Y lo
peor es que no dan síntomas de querer corregir su actitud.
SALUDOS
A TODOS LOS LECTORES
VOLVERÉ
EN SEPTIEMBRE