lunes, 30 de enero de 2012


LO QUE SE JUEGA EN EL CONGRESO DEL PARTIDO SOCIALISTA

De tanto hablar de candidatos sería una catástrofe que se nos olvidase la política.

El PSOE ha sufrido su mayor derrota electoral en democracia. Con la peculiaridad del Gobierno Vasco y a la espera de lo que suceda en Andalucía, ha perdido los gobiernos de las Comunidades en que gobernaba y la mayor parte del poder municipal en grandes ciudades.

Detrás de esta derrota está no sólo a crisis sino, sobre todo, las políticas que hemos hecho para enfrentarnos a ella. La mayoría de los que han dejado de votarnos y muchos de los que sí lo han hecho como contestación a la derecha y para evitar un desastre mayor, no es que no hayan entendido que estamos en crisis, lo que no han aceptado es que sus costes hayan recaído en los sectores trabajadores y medios de la sociedad, mientras que sus principales responsables no han asumido ningún coste y en muchos casos han salido beneficiados.

No han entendido que un día se rechazasen estas políticas como inútiles para salir de la crisis y al día siguiente se las justificase como las mejores para ello, y han constatado como los esfuerzos realizados no han servido para mejorar la situación sino al contrario.

Y detrás de estas políticas está la fragilidad de una socialdemocracia que ha visto como se debilitaban sus señas de identidad como consecuencia de la hegemonía de las ideas conservadoras, y ha renunciado, durante años, a  dar la batalla en este terreno, cuando no ha justificado e integrado como nuevo socialismo lo que se acercaba al capitalismo más viejo. Pero la crisis ha puesto en evidencia los fallos del capitalismo occidental de las últimas décadas, lo que no impide que la ofensiva de los mercados contra la política democrática se haya multiplicado.

Hay que volver a poner en primer lugar la defensa de la democracia y de la igualdad –ambas amenazadas por la dictadura de los mercados- y para ello hay que superar las fronteras nacionales. Hace falta un nuevo reformismo fuerte en el seno de la Unión Europea que regule los mercados financieros, establezca políticas económicas, fiscales y monetarias comunes y coordinadas, que haga compatible la austeridad y el control de los déficits con la defensa del Estado Social, el estimulo al empleo y la inversión tecnológica y en proyectos estratégicos, que avance en la construcción de una Unión más democrática que permita mayor transferencia de soberanía desde los Estados. Un proyecto en línea con lo que ha planteado recientemente el candidato socialista a las presidenciales francesas, François Hollande.

Pero para avanzar en esta dirección hay que recuperar la confianza de la base social de la izquierda, empezando porque los partidos socialistas encabecen un discurso que permita agrupar a la izquierda política y social.
Hay que impulsar un Partido Socialista Europeo que, con una sola voz, sea el portavoz de un nuevo programa reformista para el conjunto de la Unión, que atraiga a todas las fuerzas progresistas y europeístas, a los sindicatos, al capital productivo.

El PSOE debe afrontar cambios profundos en su organización para recuperar la credibilidad y el respaldo social perdido, en un momento en que la pérdida de poder institucional ha dinamitado una parte importante de sus viejas estructuras.

Debe acercarse de nuevo a la sociedad, empujar a todos sus cuadros y dirigentes a un trabajo más pegado al terreno, ser el Partido de la política como servicio público, ejemplar frente a su uso en interés propio y a la corrupción, recuperar la militancia y el trabajo voluntario al tiempo que fomentar la discusión y formación política, reforzar la participación de los afiliados en los procesos de toma de decisión internos, incluyendo la elección directa del Secretario General.

Debe abrir el partido a su base social cercana, fomentando las nuevas afiliaciones y la programación de actividades en que puedan participar simpatizantes, al tiempo que abrir igualmente su participación en primarias para la candidatura a Presidente de Gobierno, en línea con las primarias celebradas recientemente en el Partido Socialista Francés.

Debe ser capaz, de manera inteligente y respetando la autonomía de cada uno, de acercar al conjunto de la izquierda política y social, sin cuya unidad será muy complicado vencer a una derecha unida.
Se trata de abordar un cambio de envergadura, que no se podrá hacer de la noche a la mañana, pero del que el próximo Congreso debería dar señales claras: hemos aprendido y vamos a corregir nuestra política y nuestro trabajo.

Por ello, siendo importante, si Rubalcaba o Chacón encabezan el futuro PSOE no es lo más importante. Lo será en la medida en que haya política detrás y de quien sea más creíble para proyectar este cambio a los ciudadanos. No es una cuestión generacional, es política y Rubalcaba en eso tiene el hándicap, no sólo de haber encabezado la derrota, sino también de treinta años ininterrumpidos de participación en el poder, que merman la credibilidad de un mensaje de cambio.

Ese es el reto y esa la razón por la que la mayoría de los socialistas madrileños, preferimos escuchar hablar de política, ver proyectos y ver equipos que deberán llevarlos a cabo. Porque de eso también dependerá nuestra credibilidad en el futuro y donde nos jugamos más que en un debate sólo entre nombres, que se interpretaría exclusivamente como una batalla de poder interno.

Andrés Gómez
29 de enero de 2012

viernes, 27 de enero de 2012

IMPUESTOS Y MENTIRAS DEL PP: La política fiscal de los neoconservadores


Los postulados neoconservadores sobre los impuestos son una falacia como lo son sus llamadas al liberalismo y al excesivo peso de lo público. Con ello de lo que se trata no es de reducir el papel de la política sino de que, en su diseño, pierda papel la democracia en favor de los dictados de los grandes grupos privados, para poder utilizar, en mayor medida, lo público a su servicio.

Ronald Reagan, apoyó su campaña a las presidenciales en bajadas de impuestos, que sólo se concretaron para los grandes capitales y que en su segundo mandato se tradujeron en subidas de impuestos indirectos y mayor presión hacia las rentas de los trabajadores y otras capas medias. Ambos Bush, padre e hijo, se apoyaron en las mismas promesas y, justificados en sus campañas de guerra, hicieron lo mismo, marcando la pauta para otros países.

De esta forma la política fiscal, que es la clave para la redistribución de la renta y el mantenimiento del estado del bienestar, se ha debilitado y convertido en más injusta, apareciendo en algunos casos como redistribución exclusiva entre asalariados, como reconocía el multimillonario Warren Buffet y otros poseedores de grandes fortunas en Europa y EE.UU., cuando manifestaban su vergüenza por pagar muchos menos impuestos, proporcionalmente, que sus trabajadores.

Esta evolución durante más de dos décadas en el mundo occidental ha contribuido, como recientemente ha señalado la OCDE, al aumento de la desigualdad, a  límites desconocidos desde el final de la II Guerra Mundial. En muchos casos la “redistribución” se ha invertido, de forma que los que han hecho grandes fortunas con negocios que dependen del dinero público, no sólo abominan de la política, sino que se benefician más de ella y pagan menos impuestos que otros menos favorecidos a los que habría que proteger más.

Lo que está haciendo en España el Gobierno del PP, se mueve en la misma lógica. Conocían perfectamente los datos de las caídas de la recaudación y sus causas, porque son públicos. Sabían que el pinchazo de la burbuja inmobiliaria y el resto de efectos de la crisis, junto a un incremento notable del fraude en esa situación, habían hundido la recaudación. Conocían, porque en su momento algunas de estas decisiones fueron del Gobierno Aznar, las pérdidas de recaudación consecuencia de bajadas improvisadas de impuestos directos, como el de sociedades, el incremento de bonificaciones a favor de algunos privilegiados, confiando en que la recaudación del “ladrillo” iba a ser eterna. También las últimas del gobierno de Zapatero, como los cuatrocientos euros, entre otras.

Sabían perfectamente la impostura de su discurso de que la caída de recaudación se compensaría sólo con crecimiento económico y reducción del gasto porque, para compensarla, o el crecimiento superaba el 5 % anual, y aún así se tardarían años, o la reducción de gasto aumentaría la depresión; y ambas cosas eran incompatibles.

Sabían además los vientos que corren en una UE en que mandan sus correligionarios alemanes y franceses, que tienen una posición fiscal de derechas, pero que no pueden arriesgar su recaudación sin arriesgar su solvencia, muchos de cuyos ciudadanos no ven con buenos ojos aportar a la Unión “para salvar a los que pagan menos impuestos que ellos” y que, en las conversaciones Merkel – Sarkozy, avanzan en la idea de acercar IVA y Sociedades, en los países de la zona euro. O lo sabían pero se aferraban a la ideología oficial conservadora y mentían porque estaban en “campaña”, o no son tan eficaces en economía como se piensan.

Concluido que el PP utiliza las bajadas de impuestos como mantra con el que justificar el bajárselos a unos y subirlos a otros, la discusión no está en si se suben o no; de hecho el propio PP hablaba en su programa, y Rajoy ha vuelto a repetirlo, de una reforma fiscal más profunda.

Es decir, Rajoy hace como Reagan y Bush al afirmar que bajará los impuestos para después subirlos, y la discusión real no es  la bajada, sino cuáles son y cómo se suben, o lo que es lo mismo, sobre quiénes recaerá el mayor esfuerzo para recuperar la recaudación y no tener que reducir gasto que ponga en peligro la economía –qué gasto reducir y cuál no es la otra diferencia.

Las primeras medidas de los Gobiernos del PP, el de España y los de la mayoría de  Comunidades, avanzan en esa dirección. No conviene olvidar que Rajoy en su investidura anunció medidas “urgentes”, pero que aplazó la presentación de los presupuesto para este año, hasta después de marzo; o lo que es lo mismo aplaza las medidas más conflictivas para después de celebradas las elecciones de Andalucía.

La “reforma fiscal” del PP ya ha avanzado cambios del IRPF, aparentemente progresivos, pero que descargan la mayoría de su recaudación en las rentas salariales entre 20 mil y 60 mil euros anuales. Las Comunidades gobernadas por el PP  incrementan muy por encima de la inflación tasas y coste de los servicios públicos y en Cataluña CiU además ha comenzado a introducir el copago en Sanidad.

Pero una parte de esta reforma de la derecha se reserva para los presupuestos de abril, en los que subirá, sin duda, el IVA, se dará una nueva vuelta a algunos impuestos especiales y vía presión a las comunidades, una vez pasadas las elecciones andaluzas y siguiendo el ejemplo de Cataluña, continuará el incremento de  tasas y precios de  servicios públicos y se abrirá el camino a los copagos en Sanidad.

Es decir se camina hacia una vía de mayor recaudación fiscal, pero con elementos de regresividad –más impuestos indirectos, mayor peso de precios públicos y tasas e incremento de IRPF que descansa aún más en las rentas del trabajo- mientras que no se tocarán ni los impuestos de sociedades, ni los de las grandes fortunas y las rentas personales gestionadas a través de sociedades patrimoniales.

Una reforma fiscal, pensando no sólo en situación de crisis sino también para la recuperación, tiene que ser una reforma global, que nos acerque a la UE, cuya presión fiscal media  supera en diez puntos la de España, con impuestos indirectos -IVA y especiales más altos-, pero también mayores directos y más justamente repartidos.

Que incluya un tratamiento conjunto de grandes fortunas y rentas. Que aborde de manera más agresiva el fraude fiscal, que ha aumentado como consecuencia de la crisis, y mayoritariamente concentrado en rentas no salariales, cuya declaración media equivalía en 2010 a poco más del 40 % de las salariales. Que proponga a la UE abordar una normativa más equilibrada de las SICAV,  actuaciones conjuntas para controlar la actividad en paraísos fiscales y la imposición al retorno de capitales procedentes de ellos. Que comience a aplicar impuestos a las transacciones financieras y a las actuaciones que degradan el medioambiente.

En suma una reforma fiscal más justa y progresiva que la que nos reserva esta derecha que decía que no iba a subir impuestos.

Capítulo aparte merecen los gastos. Dónde recortan y dónde no los gobiernos del PP. Pero eso queda para otro día.